viernes, 3 de enero de 2014

Artabán, el cuarto Rey Mago




 

 

 

Esta imagen pudo ser, pero no fue.



La leyenda dice que Artabán - que llevaba piedras preciosas para el hijo de Dios - llegó tarde al encuentro, en Borsippa, con Melchor, Gaspar y Baltasar. Perdió el tiempo en atender a un necesitado que se encontró por el camino. ¿Era más importante Dios o ese necesitado?
El resultado fue que no pudo adorar a Jesús en el pesebre, y su vida estuvo envuelta en la búsqueda de ese Mesías. Pero allá donde iba, extendía el bien y su humanidad, gastando toda su riqueza y su vida en hacer el bien.

Artabán
Ya en las postrimerías de su vida, triste y desconsolado, justo después de haber ayudado a una mujer necesitada con la única piedra preciosa que le quedaba, nuestro cuarto rey mago se sentó junto al pórtico de una casa vieja. En aquel momento, la tierra tembló de forma brusca y una enorme piedra golpeo la cabeza de Artabán. El temblor aquel preconizaba la muerte de Jesús en la cruz. 

Moribundo y con sus últimas fuerzas, el cuarto rey imploró perdón por no haber podido cumplir con su misión de adorar al Mesías. En ese momento, la voz de Jesús se escuchó con fuerza – “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.
Artabán, agotado y con lágrimas en los ojos, preguntó – ¿Cuándo hice yo esas cosas?

Y justo en el momento, en que moría, la voz de Jesús le dijo – Todo lo que hiciste por los demás, lo hiciste por mí.“Hermano de tus hermanos”, no temas, hoy estarás conmigo en el reino de los cielos.
Artabán no llegó a Jesús en la adoración, llegó en la vida - con sus hechos - y en la muerte con la Vida.




Bonita paradoja y bonito regalo de reyes, ¿verdad? Pues parafraseando: “...el que pueda entender que entienda, rectifique y se encuentre así mismo; el que no, que respete”.


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