Pónganse ustedes en estado de gracia
– tal como me puse yo – después de tener que aguantar a toscos y groseros,
todos ellos, con el síndrome de Groves(1) inyectado en vena, y
abrazafarolas del tres al cuarto revolcándose y regocijándose en el barro de su
ignorancia. Que uno los aguanta por no mandarlos a tomar por culo y causarles
un daño moral de mayor importancia. ¡Criaturitas!
Duchaito, viendo las noticias de las
nueve de la noche – aunque en esta época del año (verano) aún es de día – que
no me afectaban debido al gustazo que le estaba dando al cuerpo, con el aire
acondicionado puesto, deleitándome con un trozo de queso artesanal de ajo y
perejil y, cómo no, regando el paladar con un vino elegante oloroso y amontillado
a la vez. Que si es un deleite para el sentido del buen gusto, no lo es menos
para la vista; ese blanco-leche del queso adornado con el verde intenso del
perejil, y tostaito por el ajo, en conjunción con ese caoba brillante de un
palo cortao generoso.
¡Ay es ná!, que mejor manjar no se
come en Palacio. Y es que tengo yo un vecino tendero – José – que desafiando a
los múltiples comercios chinos que proliferan por la zona, ha decidido
embarcarse en un negocio de productos de calidad, “Cañalerma”. Vende Pan del
bueno, vinos, quesos, aceites, cervezas y mieles artesanales y, cómo no, encurtidos.
Y para colmo este aventurero de la gastronomía te aconseja y te lleva, con su
voz nasal, a la imaginación de los sabores; créanme, ¡todo un lujo! Toda una
delicia para el barrio de la Macarena, que ya le hacía falta la elegancia de un
negocio que le diese mejunje a este barrio tan maltrecho por los comercios
orientales de baja calidad – para mi entendimiento – y por el aspecto medieval que
le da la abundancia de mendigos coactivos y borrachos que vagabundean por los
alrededores con la aquiescencia de los estamentos públicos.
Sin complejo alguno, os recomiendo
el despacho “Cañalerma” en calle Don Fadrique, 54; en pleno barrio de la
Macarena. Un espacio que os transportará a tiempos antaño, donde el reloj no
cuenta al predominar la atención al cliente y los productos de toda la vida.
¡Enhorabuena!
(1) Síndrome del
paciente odioso o estúpido. Aquel que provoca sentimientos de
contratransferencia negativos (aversión miedo, asco, etc.) en el médico que le
trata, pero sin padecer una patología psiquiátrica significativa. [Artículo: El
síndrome del paciente odioso, por Emilio Suárez Martín, Servicio de
Dermatología. Hospital puerta de Hierro Madrid. MÁS DERMATOLOGÍA Número 2 –
julio 2007]
Pues apliquen este concepto a cualquier profesión.
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