Hoy
es el día de la Esperanza, un día señalado por motivos religiosos, pero también un día que da pie a
la reflexión y a la calidez en momentos de desasosiego. Y Esperanza es lo que,
hoy en día, le falta al hombre, a la humanidad.
El
ser humano no deja, ni dejará, de sorprendernos. Es el único animal capaz de ensalzar
los más bellos gestos, y el único capaz de cometer las mayores atrocidades, los
mayores crímenes contra el resto de las especies y contra sí mismo.
Ayer,
hoy y días atrás nos sorprendían noticias como el paulatino reconocimiento mundial
del estado palestino – sin duda eso traerá a la postre ayudas para esa región
tan castigada –, las FARC declaran una tregua – un alto el fuego – unilateral,
Estados Unidos y Cuba anuncian la apertura de lazos, y liberan a presos
políticos. Todo muy esperanzador.
En
el sentido opuesto la corrupción, la precariedad laboral, el paro, los
desahucios, la pobreza y otras circunstancias negativas de nuestra era siguen
avanzando y acampando en nuestras vidas, mientras algunos – cultos intransigentes
– siguen prosperando en su opulencia pecuniaria y ególatra. Porque los hay
avaros, y los hay lleno de soberbia, creyéndose estos últimos – por su creída
sabiduría – en posesión de la verdad absoluta; y están tan solos que son
capaces de justificar su estado, ellos llenos de carencias que cubren con su
vanidad. Me asquean.
Ayer, también me asqueaba la matanza talibán en un colegio pakistaní, así como la matanza previa
pakistaní sobre refugios tribales donde sucumbieron mujeres y niños.
¿Justificación?, ninguna. Somos humanos.
Sin
embargo, he recordado un video, que aun siendo propaganda del Banco de
Sabadell, da pie a la esperanza. Una niña, con su ingenuidad, pone una moneda
en la chistera de un músico – de estos que llenan de colores nuestros oídos tan
ocupados mientras deambulamos por las calles de nuestras ciudades – ¿y qué
ocurre? El músico ejerce su labor de alma social, y se une otro músico, ¡y
otro, y otro, y varios y forman una sinfonía! La gente se agolpa, se contagia,
empatiza, y surge un movimiento de alegría.
Esa
es la esperanza que, partiendo toda tendencia humana, nos quedemos con lo
bueno. Que aprendamos que aún podemos ser hermanos y buscar las estrellas más
allá de nuestros intereses. Se puede, claro que sí.
¡Esperanza!
Esperanza,
¡qué nombre más bonito para lucirlo por Sevilla!
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