miércoles, 3 de diciembre de 2014

Volando entre la Hispalis y la Traiana



Estoy enamorado, no puedo negarlo, y me consta que se nota. Así que me place hacer gala de ella. ¡Sevillanos todos!, sabed que…

En una tarde de otoño me besó sin pudor alguno, y sentí la calidez de sus labios y el frío de un repelús que recorrió mi cuerpo; ese momento marcó mi vida. Fue…, ¡estremecedor! Desde ese instante comencé a quererla, a amarla, a dorarla, a entregarme a ella.

Y llegó, por primera vez, el instante en el que me dejé acurrucar en el regazo de unos brazos de pétalos de  jazmines y azahar, y me sentí halagado con aromas de incienso y limonero.  En el adorno de sus ojos y con el susurro de su voz, brillaba el “gorgojeo” veraniego del grillo en los espacios agosteños.  

Volé entre la Hispalis y la Traiana  bañándome en un Guadalquivir de naranjos en flor que a Bajoguía se encaminaba. Sentí el pasado, mi presente y el futuro, retozando en verdes prados de antaño cuando los arroyos surcaban su cuerpo y las lagunas adornaban su estilizada figura de curvas sinuosas que aún perduran.

Por eso amada mía no me cansaré de admirarte, de recorrerte y besarte en cada rincón donde se respire amor bajo tu luna o bajo el sol de este cielo turbador.

Tú mejor que nadie sabes que me endulzas la vida en cada plazuela, esquina o rincón cuando me ciño a tu cintura y me pierdo en tus ojos.  Cara a cara eres irrenunciablemente bella, erótica y acaramelada, suave, dulce y excitantemente altiva.

En la calidez y en la soledad de tus momentos, en tu orto y en tu ocaso, en tu noche o en tu día, sabes que entregaría la vida por ti.


Eres historia en mi vida, eres mi vida misma; eres tú, la fantasía, la música que siempre soñé; eres…, la mujer que no quise imaginar en mi vida. Por todo esto, y por cosas que no debo confesar, te quiero ¡Sevilla!






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