domingo, 6 de marzo de 2011

Sueños

Conocí tus ojos una tarde de estío, cuando ya la tarde sofocaba la calina más dura. Me adentré en ellos sin que te dieses cuenta, y sin darme cuenta prisionero acabé de ellos. Por un instante soñé y lánguidamente mis sueños se evadieron en la eternidad.

En tu esperanza soñé, y en los sueños esperé.
Soñé tus labios y tus labios volvieron a mí, no para decirme te amo, sino ámame. Te soñé y te soñé, en olas azules de verano, en espumas blancas y bullicios de niños que juguetean en un mar del pueblo; en un mar de amores de juventud, y de recuerdos ya lejanos. Olor salobre, olor de antaño, olor de espuma salina y bronceado. He querido verte en mi playa, a sabiendas de que en ella estás, pero no te hallo. Te adoro, te deseo y te quiero, pero prefiero adorarte en un suspiro de otoño.

Hazme sufrir en verano y entrégate a mí en otoño, que entre hojas secas, y murmullos de soledades, en un parque declararé lo que siente un mortal por un ángel que endulza la vida con sus cabellos. ¡Qué digo sus cabellos!, su tez, sus labios y sus ojos; sus manos, sus caderas y sus senos.
Si me hablas; estremezco y muero. Un repelús recorre mi tronco, mi espina y mi cerebro. Un susurro dulce, armónico y templado llega a mis oídos; embriaga los sentidos. ¡Ay Dios!, que me pierdo.


Y llegará el frío diciembre con su esperanza, y a la lumbre adormecido te cantaré nanas de invierno. Acurrucaré tus sentidos y viviremos recuerdos. Calentaré tus pies con suaves aromas de romero. Volveremos a ser niños y sentiremos la ternura de lo añejo. Oleremos a polvorones y mantecados, a anises, aguardiente y aquel carbón de picón en los braseros... ¡Ay recuerdos que se fueron! Y si una lágrima llega en el recuerdo, no te preocupes que la ilusión llega en enero.

Y pronto carnavales..., y cuaresma es lo postrero. ¡Ay niña de ojos negros!, tu sabes que en Sevilla eso es olor a incienso. ¡Ya!, ya está aquí la Pasión, y con ella se acaba el destierro. Que si Sevilla es congoja en un requiebro, es recuerdo en San Julián, amor en el Salvador, estremecimiento de un poder en San Lorenzo, es barrio en San Gonzalo, es trianero y salobre olor marinero; sangre y valor en San Bernardo, alegría y revuelo macareno, que si una madre esperara a su Manué por el Valle, yo buscaré una expiración allá donde el pópulo soñó dejar de ver a un carcelero;
más no puedo olvidar la trinitaria esperanza que tanto camino en mi vida dio enseñanza. Pero eres tú, Soledad, la que cierras las puertas, no a la esperanza ni al cielo, sino a la tristeza de tierra, porque abres el corazón del que ama. Y yo amo a esa musa que arranca de cuajo mis sueños, amo sus susurros y su forma de acunar los parpados, que si bordados estuvieran, bambalinas de palio fueran de la más excelsa estrella del cielo.

¡Es primavera!, y Sevilla se altera. Y mi amor por ti estalla en lúcida mañana de ramos o en mediodía de enganches de caballo. ¡Vente, vente niña, conmigo a la feria! Que los bordados mantones, los vestidos de volantes en grana y verde, los farolillos y las castañuelas, las borracheras y las luces del real; no podrán con la luz de tu cara repleta de alborozo y manchada de albero de feria. Porque tú eres el ángel que con su luz iluminas la estrella que guía la vida del que escribe y espera.


Sevilla es un ciclo, y el que escribe anhela una inmaculada esperanza que sueña.