Iglesias como Lenin practica una izquierda revolucionaria y
de una rigidez dogmática asombrosa unida a la seguridad en sí mismo – quién no
piense como él, está contra él y es un antipatriota –. La palabra “patria” la usa como propaganda ideológica. Y la
sociedad actual más que ideologías necesita soluciones reales dentro de una
gestión en el ámbito europeo y económico común.
Su incoherencia es asombrosa, mientras critica a otros por
el uso de la Bandera de España, se apropia de la palabra “patria” para
definirla a su antojo y necesidades. Designa a otros como antipatriotas por
tener sus ahorros en paraísos fiscales y recientemente se ha demostrado en
juicio que estuvo cobrando de Venezuela en un banco de un paraíso fiscal.
Como Lenin se crece cuando sus seguidores lo encumbran en
un sentimiento cuasi mesiánico. Es extremista en sus posiciones, y tolera mal a
su oposición a quien la encuadra como
equivocada o malévola. No sería de extrañar que su talante violento, porque lo
tiene, desemboque en la represión a sus adversarios políticos. Ya el pasado 29
de abril exhortó con aquello de: “Les aseguro que España y nuestro pueblo, una
vez más, como en el siglo XX, se quitarán de encima la inmundicia que ustedes
representan”. Muchos han visto en esa
alusión del siglo XX, las palabras de la Pasionaria a Calvo Sotelo: “Este hombre
ha hablado por última vez”. Veintiséis días después, el político español fue
secuestrado en su casa por la Guardia de Asalto al mando de un oficial de la
Guardia Civil y vilmente asesinado por un socialista, guardaespaldas de
Indalecio Prieto.
Este odio que aún expele este tipejo que ha llegado a ser
vicepresidente es peligroso para el sistema político, social y económico de
España.
Lenin acabó con los derechos políticos de los ciudadanos y
sus libertades. Éste, el Lenin español, junto con su perrito faldero, nos ha
eliminado – como prueba o experimento – un derecho fundamental: el de la libre circulación por España y el de elegir
residencia. Amparándose en la crisis del Covid19 nos ha eliminado el art. 19 de la Constitución, y esto no se puede hacer bajo un estado de alarma.
Como Lenin es un propagandista, y se jacta de ello, que con
bulos o medias verdades y miedos quiere influir o manipular a la población.
Recordemos aquello que frente a Educación o propaganda, él prefería propaganda.
Lenin promulgó la censura de prensa en aras de luchar
contra la contrarrevolución. Iglesias,
en un Estado Democrático de Derecho, de la mano de Marlaska y con el
consentimiento del Gobierno de Pedro Sánchez, o de forma colegiada han
experimentado con esto. Ese es mi parecer y el de gran parte de la prensa
española, a raíz de las declaraciones del General José María Santiago (Jefe del
Estado Mayor de la Guardia Civil) y de
María Isabel Celaá. El primero manifestó: "estamos trabajando en minimizar
ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno". Esto
es cizallar la opinión contraria a la acción del Gobierno. Se ha podido
verificar que el 15 de abril el Estado Mayor de la Guardia Civil emitió un escrito
con esas instrucciones. Para corroborarlo, y hacer hincapié, la ministra de
Educación y Formación Profesional se explayó diciendo: "No podemos aceptar
que haya mensajes negativos, en definitiva falsos"; en definitiva, lo que
es una crítica a la acción de gobierno – que es un derecho democrático – lo
iguala a la falsedad, a su antojo, capricho o delirios enfermizos de una
izquierda desbocada en sus exceso de saliva o baba. Lo que en manos de un
gobierno y su retorcimiento se llama censura.
Iglesias, al igual que hizo Lenin, quiere transferir la
propiedad privada al Estado, para después ponerlas en manos de sus amiguetes. Y
por eso apela al art. 128 de la Constitución, sin antes haberse parado en el
art. 33. Incluso quiere apropiarse de los ahorros de los españoles.
En la España de hoy, con Iglesias en el poder, está
ocurriendo exactamente igual que en la Rusia de Lenin. Y quiero recordar que eso
condujo al comunismo de guerra.
Lenin buscaba el control político de la economía. Su frente era la burguesía,
pero todo se le enquistó en el aspecto financiero y en su nula experiencia en
cómo afrentar una nueva economía. Iglesias es sólo un teórico político, sin
ideas ni experiencias de gestión, con la pretensión – y esta crisis le ha
servido de catalizador – de intentar impulsar su enfermiza obsesión por
apoderarse de los bienes de los demás (empresas y ahorros) para comenzar un
nuevo sistema político desde el inicio, un nuevo régimen. Rompiendo el estatus
quo que los españoles establecimos en el 78. Todo ello bajo el paraguas del
miedo, porque es sabedor que la sociedad cede su libertad ante el miedo. Existe
una máxima, que los políticos como él saben: El pueblo a mayor sensación de peligro cede su libertad en aras de
protección.
Pero Iglesias se encuentra con una UE no muy
a favor de sus ideologías, de sus métodos económicos, de su ruptura de
Derechos, de su concepto de libertad; continuar con sus intentonas sólo nos
puede conducir a un aislamiento, al comunismo
de guerra.
Con las amenazas realizadas a adversarios políticos –
convirtiéndolos en enemigos –, con las amenazas de expropiaciones a los
empresarios y ahorradores, a la prensa, insistiendo en las injerencias en las
decisiones del Poder Judicial, su deslealtad para con el Jefe del Estado y la
Constitución, su inclusión en asuntos del CNI, etc., a este individuo sólo le
queda formar, como en la II República, su guardia pretoriana – la Guardia de
Asalto – y reestablecer nuevamente las Checa para aplastar cualquier
resistencia.
Su violencia es tal que se jacta de proclamar cómo se
emocionaba – alegrándose – al ver a unos manifestantes dándole una paliza a un
policía, o como entiende él las manifestaciones – de forma bronca y masculina
–; o cómo azotaría a una periodista;
quizás por su atractivo o por sus criticas u opiniones, o como resuelve él las
situaciones, a hostias, hasta partirse los nudillos. Este es Pablo Iglesias.
Sin duda, me resulta un ser violento, inapropiado para este país y esta
sociedad. Inmundicias de esta catadura sólo tienen cabida entre los
reaccionarios, violentos y escasos de luces que se dejan embaucar por este
personaje de triste figura.
La vida nos enseña que por muchos estudios que tengas,
tienes que demostrar tu talento y valía. Este señor es un mero adjunto que daba
clase cuando el Catedrático de turno no podía. Detrás de él estaba el bedel de
la facultad, él no tenía más responsabilidad que un administrativo. Su único
mérito ha sido embaucar con populismo a una masa que cada vez cree menos en él.
Y si quiere apuntarse cosillas…, dejémosle Bolivia y Venezuela.
Practicar con políticas comunistas no es un buen
ejercicio para nuestro país. No han dado resultado en ningún lugar (la URSS,
China, Cuba, Venezuela…). Dudo mucho que España necesite esto, ni creo que los
españoles estemos para experimentos de teóricos sin ideas.
Esta pandilla de Podemos solo ha jugado con quien ha
podido. Desde mi percepción es un simple camorrista, aventurero de la política
que con su caterva de colegas ha venido – como cualquier extremista - a calentar el ambiente, enrarecerlo, formar
broncas, sacar el máximo provecho y obtener réditos para sus arcas. No es de
más pelaje el borrico.
De PolíticaTM