En los tiempos que corren en
nuestra política existe un peligro que alinea al individuo en el pensamiento
único del partido, de forma emocional, alejándolo de la razón y el estado
crítico que lo define como ser.
Los responsables de Comunicación
de estas entidades políticas, que en ocasiones tienen mayor peso específico que
el propio líder, saben que acelerar los pensamientos induce al individuo – y lo
distingo de la multitud – a un cambio en su proceso de construir pensamientos. El individuo
no es capaz de anclar recuerdos, valores o pilares fundamentales en lo social e
incluso familiar. Pierde el foco y con ello su capacidad crítica, entrando en
un estado de infantilización emocional que lo lleva a un espacio emocional propicio
a los intereses de unos pseudo-ideales.
Esto lo consiguen con un
programado exceso de información, a una velocidad tremenda que logra
intoxicarlo, con técnicas de programación neurolingüística. De forma
inconsciente para el individuo, alcanzan el objetivo de modificar sus propios
filtros mentales o creencias. Estos son cambiados al antojo para alterar la
forma de crear sus pensamientos.
Es una técnica que atenta contra
la Inteligencia Multifocal, esa en la que se integran habilidades emocionales,
sociales y cognitivas. Consiguiendo un cambio de conducta y, por ende, modifica
su forma de hacer y sus resultados. El individuo comienza a actuar según el
fenómeno de acción-reacción, o estímulo-respuesta. Su forma de pensar es
emocional; es entonces cuando deja de usar la razón, el dominio de las
emociones e incluso se aparta de mucho de lo aprendido y de lo consciente que hay en
él – en pocas palabras – deja el juego interior de trabajar los conflictos de
una forma inteligente. Llegados a este punto, no tiene el coraje para pensar y
debatir ideas; prefiere, lo fácil, lo emocional y las ideas impuestas. En este
caso, las del partido.
De ahí la forma callejera de
reaccionar de los llamados CDRs (Comités para la Defensa de la República), o
los antisistemas de la extrema izquierda, o los “neo
-loquesea” de la llamada
extrema derecha. Incluso las respuestas y acciones de algunos ministros/as,
vicepresidentas/es, y parlamentarios. Todas ellas envueltas en actuaciones ilógicas,
respuestas incoherentes e irracionalidades que sirven como burla popular en
redes sociales y en los entornos mediáticos (TV, prensa, radio…).
El peligro de todo esto es
que a la postre, se crea una insatisfacción crónica en el individuo. Y es ahí
donde los partidos vuelven a lanzar mensajes, no los que el individuo quiere
oír, sino para los que está programado a oír. Y aquí es donde hay que matizar
entre oír y escuchar.
Los partidos políticos se
han alejado del sentido humanista de la política, aquel bello arte de lo
social. El ámbito parlamentario actual está atomizado – donde unos y otros se
califican como de extrema izquierda, de extrema derecha, más a la izquierda,
más a la derecha, independentistas y rupturistas, constitucionalistas y
golpistas – es un juego pendular donde se ha perdido la sensatez, la
racionalidad y el consenso, para dar paso a lo material. La pérdida de la
moralidad, la justicia social, el bien común, la dignidad de la persona o
incluso lo espiritual, han traído la peor concepción materialista de la
política, donde ninguno dice la verdad y todos mienten, todos son populistas.
Estas organizaciones políticas que se autodenominan como defensoras de lo
público, se alejan de la acción benéfica en provecho del pueblo, para acercar
el provecho de su acción al partido y a sus adeptos.
Para los partidos existen
los elegidos y los oyentes. Los que disfrutarán de los
beneficios y parabienes de dedicarse a la política, o ser adepto convencido y
defensor furibundo, ellos serán los elegidos en el reino de la luz; y los que
oyen – que no escuchan – y sólo sirven para votar – los oyentes –, serán los que soñarán
con tener una vida como la de los elegidos. Su voto es lo que importa, lo que
opinen luego, no es relevante; más tarde, cuando sean necesarios, con técnicas
muy refinadas conseguirán nuevamente su voto, por mucho que antaño se les haya
traicionado.
Otra característica actual
de los partidos son los buenos y los
malos. La derecha será la mala para
la izquierda, y la izquierda será la mala para la derecha. El hecho es que si
están en la oposición, lo que buscarán es debilitar al contrario – visto como
enemigo –; y si están en el gobierno, buscarán batir o eliminar al opositor. Esta
es la concepción maniquea incrustada
en la actual política española.
Hoy nos venden un concepto
social muy distinto, incluso nos venden distintos conceptos de nación. Todo
parte por romper de forma estructurada conceptos básicos como la familia. Llegando
incluso a predominar las ideas del partido a la propia familia. Han conseguido
politizar familias, asociaciones profesionales y empresariales, o incluso asociaciones de
defensa de derechos del ciudadano y los consumidores. Ha sido una buena táctica
para romper el concepto nación desde lo más elemental, la familia.
A pesar de todo esto, se
puede mejorar. Algunos políticos – lo curioso es que esta idea se plantea en distintos ámbitos del
péndulo parlamentario – me hablan de cifras, estadísticas y disciplinas de
partido. A todos, sin excepción, les gustaría desafiar con pensamientos desconcertantes
y criticar ideas internas de sus propios partidos. ¿Qué conseguirías con eso? –
les pregunto –. Algunos me han llegado a responder que quizás nada, otros que
reciclar emociones asfixiantes, y hubo uno que dijo: “Quizás vuelva a disfrutar
de todo lo bello, de mi familia, de pasear de la mano de mi mujer, de
contemplar la naturaleza...”.
Si me tuviese que quedar con
la respuesta de uno, sería aquella en la que ambos sonreímos. “¿Y si aparto
tanto elogio, tanto ego, y discurso limitado y mediático; y comienzo a hablar
de mis fracasos y cómo los vencí o cómo vivo con ellos?”. – ¿En qué te
convertirías entonces? – le pregunte.
Sería más humano – fue su
respuesta.
Todos individualmente, y
como sociedad podemos cambiar, reinventarnos y hacerlo mejor. No basta con
detectar los errores y aventurarnos a reparar o estañar aquello agrietado. Una
mente brillante y emocionalmente saludable parte de la consciencia individual
de la persona – alejada de toda intromisión de intereses diseñados –, de una
asunción de responsabilidad consigo mismo, y por comenzar a cambiar hábitos.
De
PolíticaTM
Nota: Hoy
11 de octubre, a las 6:30 – cuando aún el alba descansaba – un empresario y
político – sevillanos ambos – se aventuraron a subir conmigo desde el cauce a
la dehesa. El impacto en ellos ha sido tal que venían impresionados no sólo con
el oído de la berrea, la alucinación de
ver como los ciervos y jabalíes campaban a nuestro alrededor, sino por el hecho
de disfrutar colores, olores, sensaciones y vistas amplias. E incluso un alacrán
nos sirvió de debate, para razonar lo escrito. Gracias a ambos.