jueves, 13 de septiembre de 2018
martes, 1 de mayo de 2018
¿Cuál es la diferencia entre un gran orador y uno mediocre?
“Solo la verdad puede
hacer felices a los hombres, y todo hombre desea ser feliz, por lo tanto la
verdad tiene que existir o nada tendría sentido”. Cicerón
La diferencia es la valentía, lo
razono:
La verdad se demuestra
con hechos, no con palabras. Las palabras – como mero conjunto de sonidos articulados
– son un arma débil y fútil, a menos que con la reiteración conviertas las
palabras en hechos (extremo que siempre se ha usado mucho en Derecho y en política),
y tus oyentes – a base de mucho repetírselo – crean que son hechos.
En este caso, las palabras
determinaran la verdad, y la verdad la determinará quien proclame las mejores
palabras; y no tienen por qué ser verdad. ¿Retórica o una tautología matemática,
o incluso sofistica?
Muchas veces, oímos
bellas palabras, o palabras que queremos escuchar, aunque le den la espalda a
la verdad, pero es lo que queremos oír y creer. Cuando infieres de forma
correcta más de dos proposiciones lógicas, aunque una de ellas no sea verdad,
la gente te cree, te sigue y te admira; pocos razonan las proposiciones por
separado.
Cuando la gente te
cree, te sigue y te admira, te has convertido en un buen orador; y en ocasiones
– en discusiones – llegas a convencerte de tu verdad – debido a tu reiteración
mental –, y el resto sólo son voces discrepantes a tu verdad.
Cicerón decía: “la narración que encierra la exposición de la causa debe reunir tres
cualidades: brevedad, claridad y verosimilitud... que la expresión, en fin, sea
tal que lo que se dice haga comprender lo que se calla”.
La verdad es que a veces nos dejamos arrastrar
en la falta de verdad, en vez de apoyarnos en el entendimiento de la mente.
Escuchamos al corazón, y distinguimos ahí la verdad de lo falso, y las palabras
de los hechos.
Si tienes la valentía para vivir sin la verdad, puedes llegar a ser un gran
orador.
Es
cuánto.
Nota: No igualo en este escrito el término “orador” a “saber hablar en público”,
aunque pudiese existir quien lo pueda confundir.
lunes, 12 de febrero de 2018
“Andalucía sigue siendo la granja explotable de Madrid y sus provincias (Cataluña y las Vascongadas)”
Algunas regiones que
se proclaman motores de la economía usaron y/o apoyaron, en distintos grados,
medios viles como la violencia o el chantaje en su beneficio. Ya mencionaba
Azaña, en los años treinta del siglo pasado, la ingratitud y deslealtad de los políticos
catalanes. Durante décadas hemos sufrido, los pueblos de España, el chantaje, para la gobernabilidad, de vascos y catalanes, con menosprecio al resto. Sin mencionar
ni querer entrar en aspectos más coactivos y violentos como los de ETA o Terra
Lliure – grupos independentistas vasco y catalán, respectivamente – que algunos
políticos han dado cobijo, justificado o incluso apoyado. Y hago hincapié en el hecho que en la actualidad aún son justificados por algunos partidos políticos.
Por ello considero a
Cataluña y las Vascongadas como provincias de Madrid que sólo chantajean y exigen
a ésta en detrimento de otras como Andalucía. Son "provincias políticas" que por sí solas no
supieron crecer, y con el beneplácito de la centralidad – a la que tanto
critican – consiguieron robar recursos y futuro de zonas más prosperas,
empobreciendo la política socio-económica de éstas últimas, para así aprovechar
los recursos naturales de estas regiones no beligerantes, y conseguir una mano de obra barata que ellos
empobrecieron.
Pero hemos aprendido.
Y es hora dejar de pedir y exigir, de reivindicaciones, mártires, ídolos,
símbolos y veneraciones; es hora de tomar lo nuestro, y no hablo de tomar las
calles, sino de pasar de la chirigota a la acción y demostrar que somos los que
un día inculcamos cultura y progreso a un mundo – por aquel entonces oscuro y
sin futuro – que necesitaba de luz, esperanza y ciencia. Es hora de poner a
Andalucía otra vez a la cabeza de los pueblos del mundo, como ocurrió en
antaño. Y eso sólo se consigue teniendo fe en nosotros mismos, trabajando duro
y teniendo una mentalidad menos esclava y más aperturista. Si para ello fuese preciso prescindir de
políticos corruptos, ineptos y populistas, el Pueblo Andaluz deberá ser capaz
de librarse de esa lacra y alcanzar estructuras más ágiles, productivas y
rentables.
Es hora de dejar de
hacer lo mismo de siempre, de conformarnos con migajas, de subvenciones y pleitesías.
No debemos ni podemos conformarnos con ser un pueblo de servicio para el recreo
y disfrute de otros, mientras nuestros recursos son explotados por quienes nos
consideran la “granja explotable”. Es el instante preciso de construir empresas
que miren a horizontes más amplios, universidades con más proyección en la
sociedad, fomentar proyectos sociales – no para mitigar sino para crecer –, que
aquello cuanto se haga, sea para crecer y mejorar, en lo social y económico.
Desde Andalucía
debemos y podemos ser más productivos. Tenemos capacidad de ser potencia
energética, pesquera, ganadera, agrícola, industrial, ecológica y sostenible. Por eso somos temidos y vapuleados
por políticas de subsidios y menosprecio. Recursos y medios tenemos. ¿Quién nos frena?
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