En mi último senderismo, ese
que yo llamo iniciático, paré para observar un árbol muerto; seco, muerto y en
pie.
En ese instante pensé en el
sentimiento que me recorría. Sentí una solitaria soledad. Lo cierto es que de
tanto practicar la “solitariedad” unamuniana, que tanto prediqué, me he dado
cuenta que la soledad solitaria me visita a menudo.
Las catarsis son necesarias,
sobre todo si buscas crecer, aunque no necesariamente hay que alargarlas en el
tiempo. Es un riesgo que corremos los que vamos de aquí para allá; de A hacia
B, desde un punto inicial a un punto de mejora.
Este instante vivido hizo
cuestionarme tantas cosas, que dudé. Lo que sí y lo que no, los talentos y cómo
usarlos, parábolas y metáforas, lo vivido y lo por vivir.
¡Qué perfecta es la naturaleza!,
que necesaria es, y qué necesario es que nos sintamos parte de ella.
Gaia, progenitora fecunda de
cualquier ser vivo, nacida del caos mismo, es la dueña y señora del mismísimo
Oráculo de Delfos. Ella que nos regala la vida, es la misma que creó el
escorpión para vencer al humano que ganó su cólera.
Estas reflexiones son
necesarias de vez en cuando, sin dejar de vivir. ¡Sea pues!
Enamoremos el alma con el
paisaje, perdámonos en unos ojos, dejémonos seducir por la complicidad de una
sonrisa y un parpadeo que acune los sentimientos.
Todo un misterio.