miércoles, 4 de noviembre de 2020

La inutilidad del confinamiento, o la inutilidad política.



En el horizonte se vislumbra otro confinamiento. Eso es lo que al menos cacarean unos políticos mediocres, de un país mediocre.

No digo que el confinamiento fuese innecesario en marzo del 2020. Nos enfrentábamos a un virus procedente de China, de evolución, naturaleza y consecuencias desconocidas. Pero su uso indiscriminado, abusivo y sin razón, se me antoja ilegal, inmoral e incluso podríamos plantear el término delictivo (habría que estudiarlo). El confinamiento fue un método usado en la Edad Media para combatir plagas, epidemias y pandemias, cuando no se tenía idea de nada; en román paladín, ni zorra idea. Encalar las casas y quemar los enseres eran otras de las estrategias, espero que no se le ocurra a Fernando Simón – el de los chiste de enfermeras infecciosas –, o  al desbordado de Illa.

 

Hoy con los conocimientos y avances que existen, y con la logística y comunicación, a nuestros políticos y gestores – incluso a los “expertos televisivos” y otros que dicen estar colegiados – no se les ocurre otras medidas. Incluso tienen la desfachatez de engañarnos y mentirnos con el mismo método. El confinamiento por sí solo no es la solución.


Nada de esto tiene sentido. Se nos engaña con comités de expertos inexistentes, con índices o KPIs usados al antojo del político de turno; ahora valen las mascarillas, antes no; antes guantes sí, ahora no; distancia de seguridad exigida y reducción de aforos, pero nosotros nos vamos a fiesta y comilona con Pedro J. Ramirez; no viajes tú, pero yo sí…


Esta es la política que soportamos. Si siguiésemos el ejemplo del vicepresidente 2º del Gobierno – hacer política masculina – ¿qué se merecerían nuestros gobernantes?

No, pero que éstos se queden tranquilos, estamos lo suficiente aborregados, así que no los echaremos a patadas, ni vamos a expropiarle todo (como le gusta hacer a Pablo Iglesias).

En el mundo empresarial y de gestión hay un anglicismo, el Bechmarking que lo que viene a promulgar, en esencia, es seguir las buenas prácticas de los mejores, de los que tienen éxito.

Pues bien, tenemos el éxito y el ejemplo de China, ¿por qué no lo seguimos?:

1)    Confinamiento total.

2)    Cierre total de fronteras.

3)    Test masivo para toda la población.

4)    Confinamiento en hoteles hospitalizados.

5)    Controles continuos de la población y cualquier entrada al país.

 

China tardó 76 días aproximadamente en controlar la situación (población de 1.450.000.000 de habitantes). Nosotros estuvimos confinados 99 días.

Dicen algunos “expertillos legales” que las medidas de China serían cuestionables en la UE, por aquello de las libertades. Pero vamos a ver criaturita de Dios, si se nos ha confinado – nos han quitado derechos
fundamentales como la libre circulación y la elección de domicilio – con un simple y penoso estado de alarma; cuando en verdad sólo se puede hacer con el estado de excepción; ¡Y no ha habido ni un solo representante político que levantase la voz! ¿Para qué nos sirven los representantes políticos, si más que representarnos, representan a los intereses de sus partidos?

 

¡Y ahora nos quieren volver a confinar!

 

¿Se han cerrado o se van a cerrar fronteras?, ¿se van a controlas las entradas en España? ¿Se prevén hacen test masivos para toda la población?

Durante meses los hoteles han estado cerrados y a disposición gubernamental. ¿Han sido usados?, salvo raras excepciones, la respuesta es NO.

¿Sabéis a cuánto asciende el desastre económico español? 50.000.000.000€ (estos números son hasta agosto 2020, sólo de turismo).

Cada semana que la economía española está parada, nos cuesta 20.000.000.000€.

¿Sabéis cuánto cuesta las PCRs para toda la población española? 946.599.620€ (20€ cuesta cada PCR ha descendido un 56%), un 4,73% de lo que cuesta tener el país paralizado una semana.


A nivel empresarial y de gestión, la acción de nuestro Gobierno se calificaría como muy deficiente, rozando la desidia. A nivel humano, no voy a calificarlo. Mueren personas, se destrozan familias, economía, tejido empresarial y productivo. 

Juzguen ustedes.



                                                                                                                                                                                                                                                                                                        De PolíticaTM