martes, 20 de diciembre de 2016

Don Pedro I ¿el Cruel o el Justiciero? (la serie)


En este largo periodo de convalecencia obligada e inmovilizada os traigo una serie que emitió RTVE en 1989. Consta de diez capítulos, de unos cincuenta minutos de duración. Pero antes os adentraré en el personaje.


Es don Pedro una figura mítica de la Sevilla con encanto que ha pasado, con los siglos, a formar parte de su leyenda. 
Unos, lo partidarios de los Trastámaras, lo llamaron el cruel; otros como Felipe II, el justiciero. Carlos Ros, en su libro “Doña María Coronel, el amor imposible de Pedro el Cruel”, lo califica como el “Enfermo”, y aprovecha para desmontar la persecución de leyenda contra esta dama sevillana, por parte del rey; es más desmitifica el hecho de que ella – doña María Coronel – quemase su cara con aceite hirviendo para disuadir el supuesto enamoramiento del monarca.

Yo más bien digo, que don Pedro cayó en la ingenuidad de un joven de dieciséis años. Fueron la época y el entorno, cruel con este joven rey. Su propia madre, la que ordenó matar – por celos – a la madre de sus hermanastros, y éstos se aliaron contra el rey legítimo de Castilla y León. Perdonó traiciones tantas veces como pudo, hasta que quedó convencido de la maldad de una Corte alejada de él.

Intentó reinar y legislar en justicia. Pensó más en beneficiar a campesinos, menestrales y a los burgos que  a la alta nobleza, a quién siempre tuvo en contra por este hecho. Estableció el salario mínimo, el derecho al descanso y a elegir señor (patrono), protegió a judíos y musulmanes...

Amó con locura a doña María de Padilla – toda una reina para Castilla –, el único reducto de sinceridad, templanza y amor que tuvo. Se dice que en su vida hubo muchas amantes y amoríos; leyendas, todas, forjadas por sus contrarios – los Guzmanes – capitaneados por su hermanastro, don Enrique, al que unos le llamaron el Trastámara, otros el de las mercedes, y yo le llamo el envidioso. El envidioso, sí, porque envidió la legitimidad y heredad de la corona de su hermano, así como sus virtudes.

No os canso más con palabras. Os dejo los enlaces de la serie prometida. Disfrutad.



La serie: Don Pedro I el Cruel


Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X


lunes, 19 de diciembre de 2016

Echegaray, ¿un olvidado cultural?



Este año hemos celebrado el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, de William Shakespeare, de Inca Garcilaso de la Vega o incluso el quinto centenario de la muerte de Fernando el Católico. También ha sido el centenario de los primeros juegos olímpicos, el de la muerte de Rubén Darío, el 30 aniversario del accidente de Chernobil, ¡y el año internacional de las legumbres! 


Somos de esos países de sangre caliente que abrazamos y celebramos aquello que nos ponen por delante, somos una raza de memoria corta, olvidamos pronto y nos gustan los faustos. Este año se nos ha quedado atrás aquel señor, de grandes bigotes, que aparecía en los billetes de 1.000 pesetas, el polifacético José Echegaray Eizaguirre; pero claro, éste es incómodo de recordar por lo crítico que era. Sin duda, una de las celebridades dignas de elogio y de ser tenida como ejemplo vital de un país avanzado. Fue político monárquico y republicano, dramaturgo, físico, ingeniero de caminos y matemático; y brillo en todas sus facetas. Fue crítico allá donde estuvo, e introdujo en nuestro país unas matemáticas más modernas y adaptadas.


Mientras olvidamos a esta gloria notoria, exigimos y reclamamos cultura sin la menor exigencia a nosotros mismos. Sólo tienen que salir algunos títeres como los de “la ceja” o los lloricas del “IVA cultural” diciendo lo mal que lo hacen los políticos, o los nuevos demócratas de la Ilustración parafraseando, a lo Voltaire, aquello de “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”.

En contra de lo que se nos diga – recomiendo no creerse nada e investigar –, en España se cuida la cultura, la formación y la enseñanza. El IVA de un libro está en el 4%, frente al 21 % del alcohol para las “botellonas” de nuestros jóvenes. Nuestro Estado gasta el 9,52% del gasto público en educación (1), muy por encima que Italia o Alemania y muy cercano al 9,74% y el 9,58 de Francia o Japón, respectivamente. Con respecto a nuestro PIB esto supone un 4,55%, por encima del 3,82% de Japón y el 4,14 Italia y muy parejo al 4,95 de Alemania. Sin embargo nuestros resultados de competencia según el informe PISA (2) nos dejan en una posición media-pobre. Si nos comparamos a Japón, somos unos incultos. Y no hablemos de comunidades autónomas. En mi querida Andalucía, después de 35 años de régimen socialista – elegido democráticamente – aún seguimos a la cola cultural de España. Y no es por inversión ya que esta comunidad es la que más ha gastado en estos últimos cinco años; concretamente, en el 2016 (3) algo más de 6.809 millones de euros.
Y ante las cifras me cabe pensar, dudar y plantear otras posibilidades distintas a la de la falta de inversión. ¿No habrá una falta de motivación o de cultura del esfuerzo?, ¿de eficacia?, o ¿pueden ser debidas, nuestras carencias, a una deficiente gestión o desconocimiento en el cómo ejecutar los proyectos educativos?

A mí, personalmente, me gusta más el ejemplo de un Echegaray que el de políticos de banquillos de juzgados, o de aquellos héroes de pantallas que se olvidan de tributar como los mesis, los ronaldos o los Wyoming (4) o esos famosillos que se buscan las argucias para – llamémosle así – dejar de contribuir al beneficio de todos. Protestábamos de la política del pelotazo de otras épocas y seguimos anclados en ella. ¿Somos un país de olvidadizos o de hipócritas?, ¿o somos poco críticos y exigentes? 

¿Por qué olvidamos a estos grandes exponentes culturales?