martes, 26 de enero de 2021

De la demagogia a la democracia.


Siento deciros que la democracia que nos enseñaron hace unas décadas, ha muerto.

Cuando un político miente, podemos calificar el hecho de deleznable; sin embargo, el único culpable es quien lo consiente. Y si se consiente, se prostituye la democracia.

En democracia, cuando otorgamos el poder mediante representación parlamentaria, con nuestro voto, lo hacemos en base a unas premisas o promesas previas. Cuando éstas son traicionadas se pierde el efecto de otorgamiento, ya que el voto es otorgado no por gracia dada, sino para realizar unas tareas específicas y no para tener impunidad y ejercer el poder con otros fines; si fuere así, estaríamos ante una dictadura de tiempo acordado. Y si el político sigue en el poder, a ese esperpento no puede llamársele ejercer el poder otorgado o democracia, sino usurpación de poder, tomar el poder por la fuerza del engaño.

El político o partido divulga en campaña electoral, promete, publicita y cacarea unas acciones – como garantía – para obtener los votos. Se conjura en una empresa con beneficio social. De hecho, los partidos – para su credibilidad –, debieran presentar un proyecto que demuestre cómo van a conseguir los objetivos, metas o sueños que venden. Si no mantuviere lo prometido, en tiempo y forma, su incumplimiento debiera ser catalogado como publicidad engañosa.




Al igual que cuando compramos una vivienda bajo plano, existen unas medidas, unos tiempos, una memoria de calidades y unas garantías aseguradas bajo póliza; del mismo modo en la acción política debieran ser exigibles muchos indicadores o KPIs. La vivienda tiene una influencias muy acusa en nuestra vida a corto, medio y largo plazo; la acción política puede desarrollar tanto un beneficio como un lastre de alto impacto para el devenir de nuestro futuro a corto, medio y largo plazo también.

¿Por qué no consideramos como publicidad engañosa las promesas electorales que luego no son cumplidas, o se convierten en acciones políticas contrarias a las promesas que nos vendieron?

La publicidad engañosa está regulada en nuestro código penal en el artículo 282, con penas de prisión de 6 a 12 meses. El resquicio legal del que se aprovecha la industria política es que este concepto está reservado a comerciantes o fabricantes. Pues bien, ellos, los políticos, son fabricantes de ideas e ideologías que luego venden al Pueblo a precio de voto. A eso se le llama vender o comerciar. Porque el voto genera escaños, y estos en base a su representación suponen unas cuantías dinerarias que se ejecutan en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) a cargo del erario público.


Los seres humanos nacemos libres y no podemos someternos a un voto ultrajado por la mentira, el engaño o la manipulación. Cierto es que la llegada al poder descubre muchas circunstancias o elementos inesperados; en este caso es obligación del político de turno exponer públicamente los imponderables y las correcciones necesarias, y si fuere preciso convocar nuevas elecciones. De lo contrario estaríamos ante una estafa política o fraude democrático. Recordemos las continuas negaciones de Rodríguez Zapatero, ante las evidencias de crisis, y aquellos brotes verdes que sólo veía él en las macetas de la Moncloa. Las consecuencias de su irresponsabilidad, la padecimos muchos. 

Desde mi punto de vista, también suena a estafa las promesas que se realizan de forma electoral, sin conocimiento de la maquinaria a usar, o peor aún con la certeza que no se va a poder cumplir, como en ocasiones han hecho líderes de tres al cuarto que despuntan por su populismo, ineficacia o peligrosidad para la integridad del Estado. 


Siendo el pueblo soberano, es el único capacitado para destituir al político o grupo político, con el ejercicio democrático o por la fuerza. Al perderse la relación entre promesa y otorgamiento se rompe la vinculación de permanencia, valorada por 4 años. Por eso es importante  que los ciudadanos exijamos planes de acción o proyectos – con sus tiempos, métodos, responsabilidades, resultados y medidas , en vez de promesas vacías. Quizás sea necesario inventar una nueva profesión, la de abofeteador de tontos.


                                                                                                                                  De PolíticaTM

sábado, 2 de enero de 2021

El último senderismo

 

 

Errores de la vida. Siempre dije que mi primer senderismo – cuando aún éste no estaba normalizado por nuestra legislación – lo realice durante el puente del uno de mayo del 92. Recuerdo que tardamos algo más de dos días en cubrir el trayecto entre Almadén de la Plata y el pantano del Pintado. Me sentí orgulloso de ello, fue mi primer trazado y organización de un evento de envergadura. Caminos, arroyos, vados, cortados, buitreras, montes y otros hitos fueron medidos en aquel mapa.

 



El ego humano es así. Retrotrayendo la mente he sido consciente de mi error, mi primer senderismo lo realice en el verano de 1977 con mi padre, cuando contaba doce años. La vía pecuaria entre Castilblanco de los Arroyos y la ermita de San Benito fue una línea de vida marcada. Yo la acepté y la heredé. 

 


A aquella ermita acudí cuando me rebelé contra Dios, y cuando – suplicando perdón – volví a Él. Aprendí que siempre habrá un lugar para el refugio.

 


Hoy he vuelto a realizar, con mi padre, el mismo senderismo, “el último senderismo” juntos.

Ambos conocíamos el lugar, tuvimos los mismos sentimientos y apegos. Y conforme a su voluntad, todo fue justo y perfecto. 

 



Volveré.