sábado, 18 de junio de 2022

El bolsillo rentable del Ecologísmo.

 

Recuerdo cuando Al Gore, aquel Demócrata Atari, dejó de ser vicepresidente de Bill Clinton. El más verde de los congresistas se dedicó a las charlas por palabras – muy suculentas, por cierto –  y fundó “Generation Investment Management”, “The Alliance for Climate Protection” y “Kleiner Perkins Caufield & Byers”. Por aquel entonces, le bastó la campaña “We” y lanzar una verdad incómoda, una verdad a medias, para captar la atención de millones de personas, y de pasó institucionalizar y defender los subsidios a las tecnologías de energía verde en las que él mismo tiene grandes inversiones.

Que estamos en un cambio climático, nadie lo niega. Lo que se obvia es que es un proceso natural, que ya ha pasado el planeta en el que estamos. El fenómeno de las glaciaciones es parte de nuestro soporte terrestre. Hace más de 12.000 años dejamos el periodo frío y vamos hacia un cambio. Que el CO2 que los humanos expelimos a la atmósfera acelera este proceso, eso es evidente. Aunque también es cierto que el planeta ha padecido, sufrido o disfrutado de ocho glaciaciones – sin que el ser humano tuviese que ver nada en ello – y estamos en noveno evento glaciar. El clima que se ha desarrollado en cada una de esas glaciaciones o tapas glaciales varía alternativamente entre glaciar e interglaciar. Actualmente estamos en un periodo interglaciar que comenzó hace 10.000 años (antes de la utilización de los combustibles fósiles) de forma coherente.

De lo que debemos ser conscientes es que no sólo afecta el cambio – natural o artificial – en la atmósfera para el progreso este proceso de cambio climático, también influyen otros aspectos como las variaciones cíclicas de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, las radiaciones galácticas, los cambios en la actividad solar o el vulcanismo, entre otros tantos. Un ejemplo claro es el ciclo volcánico de La Palma. En sus primeros 60 días expulsó más CO2 a la atmósfera que toda la UE en el 2019.

 

Nadie nos explicó cómo ni por qué en abril del 2011 el agujero de la capa de ozono sobre el polo norte se cerró. En ese momento, la industria verde fiel a Al Gore y los movimientos medioambientales callaron la noticia y las explicaciones. ¿Interesaba?, ¿o el silencio era el mejor aliado?

 

En 2018 la NASA pudo demostrar que el agujero de ozono en la zona ártica se había reducido un 20% respecto a 2005, y en 2019 presentó su tamaño más pequeño conocido. Y todo esto sin una política efectiva, consistente, realista y comprometida a nivel mundial.

 

A pesar de sustituir los clorofluorocarbonos o HFC (gases industriales) por hidroclorofluorocarbonos (HCFC), y el parón en la actividad en el 2020 – debido al Covid19 – en agosto el agujero ártico comenzó a crecer hasta alcanzar los 24.000.000 de km2. El motivo fue el frío tan intenso en la capa de ozono, debido al invierno austral.

 

Para sustituir HFC por HCFC permitimos que los distintos países occidentales nos dictasen un precio, el famoso impuesto del CO2 que supuestamente alimenta a toda esa industria “verde” que sufraga, por ejemplo, el gas que se compra a Rusia y Argelia, o el carbón que hemos dejado de extraer en España y que se compra a Marruecos.

 

Mientras que los gobiernos verdes, progres y ecológicos nos conminan, con sus voces y la carestía energética, a consumir menos energía. Sin embargo, nadie piensa en localizar más la industria – en vez de globalizarla – esto traería consigo una fuerte reducción en transporte y una mayor industrialización ecológica, con la consiguiente creación de empleo local. En vez de usar y aplicar el impuesto verde del CO2, podríamos invertir el esfuerzo en un producto local, aunque más costoso, más adecuado a los estándares de calidad y medioambiente.


Producir en países asiáticos o en vía de desarrollo, es más barato – a pesar, paradójicamente del transporte –, pero eso no nos importa ecológicamente aunque ello conlleve explotación humana e infantil, y mayor contaminación o mayor ataque al medioambiente.

 

Mientras que al europeo medio se le expolia con impuestos ecológicos, países como China aumentan su producción de CO2 en valores absolutos y porcentuales, sin ningún tipo de apremio. Un dato interesante es que todo el esfuerzo que hace la UE por reducir las emisiones, sólo supone un 8% del grueso mundial. China produciendo casi 54 veces más C02 que España se toma y arroga la libertad de aumentar su producción contaminante.

 

Otra medida muy útil sería aparcar el uso de redes sociales, para dedicarnos a ser más social con quien tenemos al lado. Quizás seríamos más felices y haríamos a otros más felices. Estamos en la época del Smart Data, BI, IoT, y otras tantas nomenclaturas que nacieron al amparo de tus o nuestros datos y el Big Data. No hay red social que no capte nuestros gustos, hábitos, tendencias religiosas, políticas y de opinión. Datos que no sólo generan marketing y dinero, sino que son usados para alimentar un mayor consumo y máquinas de Inteligencia Artificial que decidirán por nosotros.

 

Un solo dato, alrededor de 3.810.000.000 de personas utilizan las redes sociales en el mundo (según el informe de DataReportal). Casi la mitad de la población mundial. El uso de RRSS se ha calculado en una media de 145 minutos por persona y día. El consumo medio de una Tablet, sin carga, es de 5,9W/h. 

De lo que debemos ser conscientes es que no sólo afecta el cambio – natural o artificial – en la atmósfera para el progreso este proceso de cambio climático, también influyen otros aspectos como las variaciones cíclicas de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, las radiaciones galácticas, los cambios en la actividad solar o el vulcanismo, entre otros tantos. Un ejemplo claro es el ciclo volcánico de La Palma. En sus primeros 60 días expulsó más CO2 a la atmósfera que toda la UE en el 2019.

Nadie nos explicó cómo ni por qué en abril del 2011 el agujero de la capa de ozono sobre el polo norte se cerró. En ese momento, la industria verde fiel a Al Gore y los movimientos medioambientales callaron la noticia y las explicaciones. ¿Interesaba?, ¿o el silencio era el mejor aliado? 

En 2018 la NASA pudo demostrar que el agujero de ozono en la zona ártica se había reducido un 20% respecto a 2005, y en 2019 presentó su tamaño más pequeño conocido. Y todo esto sin una política efectiva, consistente, realista y comprometida a nivel mundial.

A pesar de sustituir los clorofluorocarbonos o HFC (gases industriales) por hidroclorofluorocarbonos (HCFC), y el parón en la actividad en el 2020 – debido al Covid19 – en agosto el agujero ártico comenzó a crecer hasta alcanzar los 24.000.000 de km2. El motivo fue el frío tan intenso en la capa de ozono, debido al invierno austral.

Para sustituir HFC por HCFC permitimos que los distintos países occidentales nos dictasen un precio, el famoso impuesto del CO2 que supuestamente alimenta a toda esa industria “verde” que sufraga, por ejemplo, el gas que se compra a Rusia y Argelia, o el carbón que hemos dejado de extraer en España y que se compra a Marruecos.

Mientras que los gobiernos verdes, progres y ecológicos nos conminan, con sus voces y la carestía energética, a consumir menos energía. Sin embargo, nadie piensa en localizar más la industria – en vez de globalizarla – esto traería consigo una fuerte reducción en transporte y una mayor industrialización ecológica, con la consiguiente creación de empleo local. En vez de usar y aplicar el impuesto verde del CO2, podríamos invertir el esfuerzo en un producto local, aunque más costoso, más adecuado a los estándares de calidad y medioambiente.

Producir en países asiáticos o en vía de desarrollo, es más barato – a pesar, paradójicamente del transporte –, pero eso no nos importa ecológicamente aunque ello conlleve explotación humana e infantil, y mayor contaminación o mayor ataque al medioambiente.

Mientras que al europeo medio se le expolia con impuestos ecológicos, países como China aumentan su producción de CO2 en valores absolutos y porcentuales, sin ningún tipo de apremio. Un dato interesante es que todo el esfuerzo que hace la UE por reducir las emisiones, sólo supone un 8% del grueso mundial. China produciendo casi 54 veces más C02 que España se toma y arroga la libertad de aumentar su producción contaminante.

Otra medida muy útil sería aparcar el uso de redes sociales, para dedicarnos a ser más social con quien tenemos al lado. Quizás seríamos más felices y haríamos a otros más felices. Estamos en la época del Smart Data, BI, IoT, y otras tantas nomenclaturas que nacieron al amparo de tus o nuestros datos y el Big Data. No hay red social que no capte nuestros gustos, hábitos, tendencias religiosas, políticas y de opinión. Datos que no sólo generan marketing y dinero, sino que son usados para alimentar un mayor consumo y máquinas de Inteligencia Artificial que decidirán por nosotros.

Un solo dato, alrededor de 3.810.000.000 de personas utilizan las redes sociales en el mundo (según el informe de DataReportal). Casi la mitad de la población mundial. El uso de RRSS se ha calculado en una media de 145 minutos por persona y día. El consumo medio de una Tablet, sin carga, es de 5,9W/h. 

9.204.960.000 = horas en redes sociales al día (2,416horas)

19.822.881.360kWh/año = 19.822.881,36 MWh

4.361.033.899,2 € (precio medio del MWh=220)

 

Ahora pensemos.

 

 

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Al_Gore

https://es.wikipedia.org/wiki/Glaciaci%C3%B3n#Cambios_en_la_atm%C3%B3sfera_terrestre

https://www.france24.com/es/20190312-greta-thunberg-simbolo-ecologista-mundial

https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/medioambiente/que-fue-de-el-agujero-de-la-capa-de-ozono/

https://datosmacro.expansion.com/energia-y-medio-ambiente/emisiones-co2

https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=Porcentaje+co2+ue

https://es.statista.com/estadisticas/711610/ranking-mundial-de-los-principales-paises-emisores-de-gases-de-efecto-invernadero/

https://climatetrade.com/es/que-paises-son-los-mayores-contaminadores-de-carbono-del-mundo/