Leyendo el artículo de CAFÉ
QUIRON sobre “El Precio del Amor”, os recomiendo que lo leáis (http://cafe-quiron.blogspot.com.es/2015/02/el-precio-del-amor.html), no he podido resistirme a reflexionar sobre el tema.
El amor es un estado afectivo
que influye en nuestro ánimo de forma vital, es tan enérgico que nos impulsa a
actuar y a vivirlo.
Razonar el intenso sentimiento
del amor puede – y sólo digo puede, en casos extremos – afectarnos de forma
patológica, porque ese sentimiento parte de nuestra propia insuficiencia como
seres humanos, y como tales necesitamos esa búsqueda o encuentro con otro ser;
aquí en el amor no hay suficiencia que valga.
Evidentemente buscamos
reciprocidad en ese deseo de unión. Por eso – algunos de vosotros – me habréis
oído decir, en ocasiones, que más que buscar en la pareja gustos iguales o
diferentes, o actividades de común interés o dispares, lo importante es
encontrar valores muy cercanos. Los valores son uno de los pilares para que las
relaciones humanas encuentren reciprocidad, amén de nuestra visión de la vida y el
rumbo que marcamos.
¿Qué hay detrás del intento
de razonar un sentimiento como el amor? La respuesta, por supuesto, es íntima.
En alguna ocasión he
expresado, en círculos muy íntimos, una
parábola de aproximación entre los sentidos y los sentimientos. Confieso que
juegue con ventaja en ese momento. Por aquel entonces muchos no llegaron a
comprender, quizás ceñidos más en lo cognitivo o en la estructura de la
inteligencia clásica; o quizás – es otra
opción – no tuvieron en cuenta la inteligencia emocional. Fuere como fuere, se
perdieron la fábula. Hoy os la quiero
regalar, se trata de un cuento(1) que leí en un libro en el que aprendí mucho
más de lo que creí. Dice así:
“En una
ocasión, el Señor de las Tinieblas convocó en su tenebroso palacio a los más
encarnizados enemigos del hombre y se dirigió a ellos de la siguiente manera:
– Llevo miles de años intentando destruir al hombre, acabar con su
existencia, para ello he creado todo tipo de conflictos y guerras, pero cuando
parecía que al final lograba lo que tanto anhelo, aparecía Él y evitaba que el
ser humano desapareciera de este planeta. A veces aparecía disfrazado de
sonrisa, otras de una mano amiga e incluso a veces de una simple palabra de
consuelo y, sin embargo, a mí nunca me engañó, porque siempre supe que tras los
mil disfraces se ocultaba mi más temible enemigo, el Amor. Entregaré la mitad
de mi reino a aquel que de vosotros que me traiga el cadáver del Amor entre sus
brazos. (1)
Hubo muchos
murmullos y aullidos. El Odio dio un paso al frente y abanderó aquella apuesta.
Pero en una esquina alguien sonreía, alguien que tapaba su rostro con un gran
sombrero negro.
Pasado el
tiempo, el Odio fracasó. Luego lo intentaron la Pereza , la Rutina , la Desesperanza y otros
tantos enemigos del hombre. El señor de las Tinieblas se dio por vencido, pero
en ese instante se adelantó aquel ser que tapaba su rostro con un gran sombrero
negro y dijo:
– Yo traeré el cadáver del Amor.
Pasaron
años, y un día aquel ser desconocido apareció con el cadáver del Amor entre sus
brazos. Nadie creía la hazaña. El señor de las Tinieblas, de forma incrédula,
dio un salto ante la grandeza que contemplaban sus ojos. Y no tuvo más remedio
que entregar, con satisfacción, la mitad de su reino; pero antes de eso
preguntó:
– Y bien, amigo, ¿quién eres?
De forma
solemne, aquel ser se quitó el sombrero, se descubrió y dijo:
– Soy el Miedo.
Cuando el
miedo nos domina, nuestro corazón se desboca, nuestro cuerpo se tensa y nuestro
cerebro no funciona bien. En ese momento sentimos que nuestra vida peligra y
atacamos, nos aislamos o huimos. Ninguna de estas reacciones permite que
tratemos a los demás como si los quisiéramos, porque nadie quiere a alguien a
quien teme y nadie teme a alguien a quien de verdad quiere. Cuando uno se aleja
de los demás, también se aleja de sí mismo y por eso uno en lugar de aprender a
quererse, aprende a temerse.” (1)
Hace mucho que llegué a la conclusión, quizás equivocada, aunque con la certeza que era mi conclusión trabajada desde lo más íntimo, que el amor y el miedo son dos los sentimientos más fuertes que existen; y ambos son enemigos el uno del otro (en lo concerniente a las relaciones humanas).
¿Razonamos los sentimientos
o los vivimos? ¿Amor o miedo?
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