Este
año hemos celebrado el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, de William
Shakespeare, de Inca Garcilaso de la Vega o incluso el quinto centenario de la
muerte de Fernando el Católico. También ha sido el centenario de los primeros
juegos olímpicos, el de la muerte de Rubén Darío, el 30 aniversario del
accidente de Chernobil, ¡y el año internacional de las legumbres!
Somos de esos países de sangre caliente que abrazamos y celebramos
aquello que nos ponen por delante, somos una raza de memoria corta, olvidamos
pronto y nos gustan los faustos. Este año se nos ha quedado atrás aquel señor,
de grandes bigotes, que aparecía en los billetes de 1.000 pesetas, el
polifacético José Echegaray Eizaguirre; pero claro, éste es incómodo de
recordar por lo crítico que era. Sin duda, una de las celebridades dignas de
elogio y de ser tenida como ejemplo vital de un país avanzado. Fue político
monárquico y republicano, dramaturgo, físico, ingeniero de caminos y
matemático; y brillo en todas sus facetas. Fue crítico allá donde estuvo, e introdujo
en nuestro país unas matemáticas más modernas y adaptadas.
Mientras olvidamos a esta gloria notoria, exigimos y reclamamos cultura sin la menor
exigencia a nosotros mismos. Sólo tienen que salir algunos títeres como los de “la ceja” o los lloricas del “IVA cultural” diciendo lo mal que lo
hacen los políticos, o los nuevos demócratas de la Ilustración parafraseando, a
lo Voltaire, aquello de “Proclamo en voz alta la libertad de
pensamiento y muera el que no piense como yo”.
En
contra de lo que se nos diga – recomiendo no creerse nada e investigar –, en España
se cuida la cultura, la formación y la enseñanza. El IVA de un libro está en el
4%, frente al 21 % del alcohol para las “botellonas” de nuestros jóvenes.
Nuestro Estado gasta el 9,52% del gasto público en educación (1), muy
por encima que Italia o Alemania y muy cercano al 9,74% y el 9,58 de Francia o
Japón, respectivamente. Con respecto a nuestro PIB esto supone un 4,55%, por
encima del 3,82% de Japón y el 4,14 Italia y muy parejo al 4,95 de Alemania.
Sin embargo nuestros resultados de competencia según el informe PISA (2)
nos dejan en una posición media-pobre. Si nos comparamos a Japón, somos unos
incultos. Y no hablemos de comunidades autónomas. En mi querida Andalucía,
después de 35 años de régimen socialista – elegido democráticamente – aún
seguimos a la cola cultural de España. Y no es por inversión ya que esta
comunidad es la que más ha gastado en estos últimos cinco años; concretamente, en
el 2016 (3) algo más de 6.809 millones de euros.
Y
ante las cifras me cabe pensar, dudar y plantear otras posibilidades distintas
a la de la falta de inversión. ¿No habrá una falta de motivación o de cultura
del esfuerzo?, ¿de eficacia?, o ¿pueden ser debidas, nuestras carencias, a una
deficiente gestión o desconocimiento en el cómo ejecutar los proyectos
educativos?
A
mí, personalmente, me gusta más el ejemplo de un Echegaray que el de políticos
de banquillos de juzgados, o de aquellos héroes de pantallas que se olvidan de tributar
como los mesis, los ronaldos o los Wyoming (4) o esos famosillos que
se buscan las argucias para – llamémosle así – dejar de contribuir al beneficio
de todos. Protestábamos de la política del pelotazo de otras épocas y seguimos
anclados en ella. ¿Somos un país de olvidadizos o de hipócritas?, ¿o somos poco
críticos y exigentes?
¿Por
qué olvidamos a estos grandes exponentes culturales?
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