domingo, 17 de mayo de 2020

La libertad a precio de saldo.



El artículo 1 de la Declaración de los Derechos Humanos establece que:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Y yo añado que nacemos con creatividad y decisión.

En los últimos meses nos hemos visto amenazados por el más letal de todos los enemigos del hombre. No me refiero al odio, la pereza, la rutina o la desesperanza. Ni siquiera al Coronavirus o COVID19. Me refiero a uno que provoca que tu corazón se desboque, que tu cuerpo se tense, y que nuestro cerebro no funcione bien; os hablo del miedo.

Thomas Hobbes decía que “el poder absoluto no nace de una imposición de lo alto, sino de la opción de los individuos que se sienten muy protegidos, renunciando y concediendo la propia libertad a un tercero”.

Esto mismo – dicho en el sXVII – es lo que hemos hecho – en el sXXI –  con el COVID-19 y con aquellos que abusando de nuestra confianza, nos mienten, y nos otorgan carta de vasallos.

Nos han anestesiado con técnicas de ingeniería social. Han jugado con nuestras creencias, nuestros miedos y han aplicado PNL (Programación NueroLingüistica). Y creedme porque de esto sé un poco.

Lo peor de todo es que ha ocurrido en todo el mundo, y si la sociedad civil no actúa, tendremos en breve un cambio de régimen mundial, un status quo diferente.

En España nos vendieron la idea de un estado de alarma (el RD 463/2020) donde no se menciona la palabra confinamiento. Donde nos limitan nuestros derechos fundamentales, como son el artículo 17 y 19 de nuestra Constitución; los referentes a libertad individual, y la libertad de circulación y elección de residencia, respectivamente. Que sólo se pueden suspender aplicando el artículo 55.1 de la Carta Magna, previo establecimiento del estado de excepción, no el de alarma.

Esto es un hecho objetivo. No voy a entrar a valorar los motivos y la concupiscencia parlamentaria que ya expliqué en un artículo de opinión el 11 de abril.  Ni de la idoneidad del confinamiento. Sólo os hablo de libertades.

A base de repetir mucho, palabras como confinamiento en intervenciones ministeriales, de forma repetitiva e intencionada, y en medios de comunicación; o  de insistirnos con palabras como mascarillas, guantes, gel hidroalcohólico – o hidrogel –, nueva normalidad, vacuna, ERTEs. Han conseguido parar una economía mundial – lo que jamás se había hecho –, cerrar empresas productivas y rentables, y destruir empleo. Con ello han logrado que ni sepamos que mascarilla usar, que nos pongamos los guantes a sabiendas que son mucho menos efectivos que un lavado de manos, que gastemos dinero en geles cuando el jabón de toda la vida es más desinfectante, y yo dudo que una vacuna sea más interesante que un rápido antiviral. De esta forma nos han mantenido enclaustrados, encarcelados porque hemos vendido nuestra libertad.

El ser humano se considera libre, es parte de nuestra naturaleza, pero nos dejamos abrazar por la sutiliza de una cultura, de una religión y de ideales no propios. En vez de pensar por nosotros mismos, somos pensados por otros.

Hace poco despedía a un amigo en la postrimería de sus días. Era sabedor que la vida se apagaba y se escapa entre los dedos. Amigo, maestro, hombre culto donde los haya, sabio, filósofo…

En el largo recorrido de su vida había leído mucho y filosofado sobre ello. Había influido y había enseñado, había aplacado tempranamente muchas rencillas y había generado preguntas nuevas allá donde nunca se generó o ni siquiera se cuestionaba.

En esos últimos instantes dijo algo que marcó un existir – Mi vida la he vivido condicionado o bajo el pensamiento de otros – Haciendo referencia a los clásicos leídos y a todos aquellos a los que él entendió como eruditos y válidos de un pensamiento, corriente o idea; y meditando serenamente, con su carácter sosegado, se preguntó – ¿y mis pensamientos dónde quedan? 


Amigos, ser libre es un don y un deber del ser humano. Sin embargo nos encadenamos fácilmente. Y quien no goza de su libertad completa, no es hombre.

Igual que al toro bravo le presentan una muleta y ciegamente entra al engaño, nos han presentado miedos y creencias; y han jugado con expresiones que han horadado sutil e inconscientemente nuestras mentes. Y este engaño nos lo han adornado con palabras como derecho, vida y democracia.

Del hombre democrático sale el hombre tirano, ya lo decía Platón (La República). Y democracia, no es ni más ni menos que una la forma de gobierno de aquellos que nos embaucan con sus palabras que a veces es interrumpida – históricamente por un dictador –. Lenin decía que la democracia es la forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano.

Con estos engaños hemos vivido como en aquella película protagonizada por Bill Murray: El día de la marmota, todos los días eran iguales. Mientras tanto, ellos – los gobernantes y sus adláteres – amparados en un supuesto legal estado de alarma construyen su reinado, a espaldas del pueblo, con toda opacidad, a base de decretos.

Hemos cambiado el sistema feudal del medievo por uno clientelar y “democrático”. Ahora no hay duques, condes o marqueses a los que servir; los hemos sustituido por presidentes, vicepresidentes, ministros, consejeros, alcaldes y otras especies. Los impuestos son los mismos que aquellos de la Edad Media, y nos expolian de la misma forma. Los soldados que venían con cascos, lanzas y espadas a expoliar nuestras casas, granjas, vacas, cabras, hogazas de pan…, ahora son jueces, agentes judiciales, policías, desahucios, embargos de cuentas, pero todo ello bajo la maquillada e inmaculada protección profiláctica del Estado de Derecho.

Nuestra sumisión o vasallaje es tal que nos debemos a sus prebendas, ideologías o frases lapidarias con las que nos alinean como rebaño. O en el mejor de los casos dicen garantizar una cierta seguridad. “La sumisión de los súbditos a su soberano se entiende debe durar tanto y no más, cuando a éste le dura el poder para protegerlos”, esta frase también es de Thomas Hobbes, y toma una relevancia importantísima en estos días. 

Nos roban el libre albedrío, la creatividad, la libre expresión, los derechos fundamentales, los abrazos, nuestras relaciones e incluso los sentimientos…; y todo ello bajo el paraguas del miedo.

La libertad se pierde cuando se agacha la cabeza y se admite cualquier conculcación de las libertades y derechos.

El hombre que decide no ser libre, no merece serlo. Es entonces cuando pierde su propio pensamiento, adopta los de otros y se convierte en un pensado.



De PolíticaTM

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