sábado, 18 de abril de 2020

República, república, república...




A algunos políticos se les llena boca con la palabra república, a sabiendas de cómo acabaron las dos experiencias que tuvimos en España. ¿Es que los españoles no servimos para tener una república, o es que nuestros políticos no sirven para ello?

Lo primero que me asombra del español es lo pronto que nos aferramos a las ideas de otros y a las ideas que más se repiten, o a las del que chilla más.


 Sin darnos cuenta todos los políticos y los partidos, nos manipulan. Por ejemplo, de forma peyorativa usan la palabra populismo para atacar al adversario, cuando todos ellos lo practican, todos intentan atraer hacía ellos a las clases populares, con las herramientas que les haga falta. Veremos algunas en próximos artículos.

Por supuesto, todos mienten o dicen medias verdades, que también es mentir. El caso más claro es cuando se enzarzan en cifras, las dan de forma intervenidas para acomodarlas a sus intereses. El votante sólo va a percibir un impulso eléctrico positivo en un concepto neuronal, sin más sentido para la razón.


Y cuando se habla de extremismos, es un mero eufemismo. Se suele decir que VOX es la extrema derecha, y se le crea el paradigma de “mal o peligro”, sólo porque usa postulados que no son concebidos ni admitidos por la izquierda más reaccionaria.


Por su parte, UP (Unidas Podemos) se entiende como un extremismo de izquierda, incluso radical, revolucionario o antisistema. Sus postulados son inasumibles por la derecha más reaccionaria. Y por supuesto, esos postulados son inviables en la sociedad actual. Y esa es una afirmación del propio Pablo Iglesias (UP).

Ambos extremos no querrán llegar a confluencias porque son incapaces de innovar (introducir novedades para cambiar la naturaleza de algo), ambos son reaccionarios y no buscarán puntos en común.

Así que cuando me hablan de república, república, república; suelo preguntar:
¿Qué prefieres una monarquía parlamentaria, un sistema asambleario o una república bolivariana?

¿Qué entiendes por democracia?, ¿y por república? Llegados a es el punto, es donde comienzan los cortocircuitos de conceptos y matices. República no es equivalente a democracia, es algo que en España algunos desconocen, pero en nuestro país existe un complejo no asumido, con lo cual nos es difícil superar ciertos traumas o paradigmas. Quizás una cultura mediocre o no haber sido capaces, por nosotros mismos o por el impulso cainita de nuestros representantes políticos, de progresar en nuestras dos repúblicas nos tiene todavía en un limbo.

Tener una cultura política avanzada, y entender el ejercicio de la política como el bello arte de lo social es fundamental para saber decidir y que no nos engañen ni manipulen. Un individuo que decide por las ideas de otro, no es libre. Se somete al pensamiento de otro. Para ser libre, necesariamente se necesita formación y educación, conocimiento e historia. Alejándonos de los adoctrinamientos. ¿Entendemos ahora, uno de los motivos por los que los distintos partidos políticos, introducen tantas variantes en el sistema educativo?: por el adoctrinamiento.

Hay políticos que reclaman la república, evidentemente, no son tontos, ellos también quieren ser reyes aunque de forma eufemística. Otros que aun siendo republicanos se acomodan a la monarquía parlamentaria, y otros hasta – de forma popular – adquieren marquesados como el de Galapagar. También se ha oído entre la derecha quien ha llegado a decir – prefiero presidir la III República.


Quien haya leído el Quijote se habrá dado cuenta que Cervantes hablaba de la república, de la república bien ordenada. Hay un momento, donde  don Miguel hace una comparación exquisita con las abejas:

<<En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles forman su repúblicas las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano sin interés alguno la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo>>


Semejanzas: El ciudadano de a pie, es el que trabaja en cualquier circunstancia y avatar – en una peña o en el hueco de un árbol – para producir la miel – la riqueza de un país –; y luego la regalamos a cualquier mano inexperta, sin exigirles nada. Sólo basta, como decía mi suegra que “me regalen el oído”.

¿Somos lo suficiente exigentes con nuestros políticos?, ¿por qué de forma graciosa dejamos que usen nuestra miel a sus antojos, siendo el erario público de todos?

Quizás porque simplemente somos abejas. Aunque a veces nos confundamos o nos confundan con ovejas, producto de sociedades carentes de una adecuada cultura democrática o infantilizadas.


Por esta razón se dan todos los casos de corrupción que nos encontramos en nuestro país. Da igual el partido que sea o el político de turno que esté. Desde el PSOE de González al de Sánchez; del PP de Áznar al de Rajoy; y si hablamos de los partidos nacionalistas o las distintas autonomías tenemos casos para todos, incluso para los sindicatos. Y les seguimos perdonando y votando, les seguimos regalando nuestra miel. Nos olvidamos de la historia.


Es curiosa, también, la descripción que hace Cervantes más adelante, en la segunda parte de su obra:

<<La gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen>>.  

El que pueda entender que entienda.


El político español, en parte, parece que viene con una marca de fábrica: te engaña, miente, no dice la verdad completa – que es lo mismo que mentir –, o intenta seducirte para luego hacer lo que le venga en gana.

Un ejemplo de nuestros días es Pablo Iglesias. Él no quería ser “casta” (lo dejo ahí, sin comentarios). Él quería que todo acuerdo fuese con luz y taquígrafo, con cámaras; cuando le llega la ocasión usa el mayor de los secretismos, la mayor de las opacidades. Critica la elección democrática de  Ana Botella como alcaldesa de Madrid, por el hecho de ser esposa de Aznar (expresidente en aquellas fechas); sin embargo a la menor oportunidad, cuando puede, exige un puesto de ministra para su pareja – Irene Montero –, y él se acomoda como vicesecretario de un gobierno donde el PSOE es mayoría. Menos mal que, dijo por activa y por pasiva, que él no gobernaría nunca en coalición.

O la perla de Sánchez cuando hace ver a todos los españoles que con Pablo Iglesias NO formaría gobierno, que no podría dormir, y a las pocas horas del escrutinio electoral, está pactando un gobierno y ofreciéndole colchón en Moncloa. Su trato con la prensa no ha sido de lo más transparente y democrático: ruedas de prensa sin opción a preguntas, o con preguntas preseleccionadas y preparadas, o el coqueteo del caso “Tezanos” para limitar la libertad de expresión y de prensa. Por no nombrar la forma en la que administró y administra la pandemia COVID19, con presuntas irregularidades que ya veremos que consecuencias deparará en el tiempo.

No se queda atrás Rajoy cuando nos vendió una bajada de impuestos, e hizo todo lo contrario – los subió – y redujo el gasto público y el bienestar social. Sí, de acuerdo…, que se encontró muy mal las cuentas que el dejó Zapatero – el peor político desde Fernando VII, hasta ahora, porque el ranking puede cambiar, visto lo visto ; pero ese es el papel en la oposición, no dormirse y controlar al céntimo las cuentas del Estado, el presupuesto y su ejecución.

No tenemos políticos de altura o no nos quedan, y los que quedan no les interesa a los partidos políticos y sus estructuras, porque detrás de ellos viven profesionalizados en la política muchos más.

¿Qué es y en que se diferencian democracia y república?
Entre democracia y república no debe existir antagonismo en cuanto al gobierno, pero no es lo mismo.

La primera, la democracia, es la forma en la que sociedad determina y elige a sus gobernantes. El poder reside en el pueblo, y es éste quien le otorga el poder bajo un sistema representativo o directo. Ésta, la democracia, pueden ser directa (es la más pura, pero sólo se da en dos cantones en Suiza) o representativa (la más extendida). De la revolución a la moderación de los escenarios políticos, en los estados europeos se encontró un traje adecuado que significó la adaptación para la monarquía a los gobiernos constitucionales y democráticos: la monarquía parlamentaria [Repúblicas monárquicas y monarquías republicanas en la constitución del mundo ibérico | Ángles Lario González], como son los casos de: España, Noruega, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos; así como otras no europeas como Japón, Bután, Canadá o Australia.

La segunda, la república,  es el gobierno de la ley, se fundamenta en el imperio de la ley (Un montón de gente, no es una república | Aristóteles). No confundamos, el actual concepto de República – el de la Ilustración – con el término de la res publica romana, aquella antigua “forma parcial de la democracia”. Actualmente se puede entender, en esencia, como el modo de organizar la Jefatura del Estado. La república suele contraponerse a la monarquía, al tratarse ésta última de un cargo hereditario. Las repúblicas habitualmente pueden ser presidencialistas (donde el poder Ejecutivo y Legislativo van muy de la mano) y parlamentarias.

Democracia no es lo mismo que república; una hace referencia a la forma de gobierno, y la otra a la forma de su estructura política y jefatura del estado.

Existen repúblicas totalitaristas que se asemejan a una dictadura, y repúblicas democráticas. Incluso existen repúblicas que desde el punto de vista occidental o de la Ilustración, no lo son. Un ejemplo notable son las repúblicas árabes, donde no existe el poder de la ley, sino de la religión. Otros ejemplos de repúblicas que en occidente no obtienen el suficiente aval democrático son los casos de Venezuela, Cuba (marxista-leninista de partido único) o China (república unipartidista).



Lo que marca a un estado democrático son características de recomendada observancia:

  • Existen unos valores fundamentales por encima de todo, como son: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
  • El poder político es ejercido por los ciudadanos, es decir, los ciudadanos entregan el poder a unos representantes políticos.
  • Existencia de derechos y deberes fundamentales que entre los propios ciudadanos se reconocen, y que son inviolables.
  • Que exista la igualdad de redistribución y reconocimiento.
  • Limitación del poder, tanto en tiempo como en atribuciones. Cada determinados número de años los votantes pueden dar y quitar poder; y suelen establecerse separación de poderes entre el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.
  • Se permite la libertad de partidos.



Existen más virtudes dentro de los sistemas democráticos. Sólo he enumerado las más comunes si pretender extender el texto, ya que se trata de una mera opinión aproximativa.

Sin embargo, en la España actual, sufrimos un sistema de partidos que urge corregir. Cuando apunto corregir, me refiero a que la ciudanía, en su libre ejercicio electoral, a buen seguro regulará con el tiempo.

Durante años, pequeñas corrientes residuales, reclamaban parte de la tarta hegemónica bipartidista. Las corruptelas sin escrúpulos de estos dos grandes partidos y de otros de ámbito nacionalistas, dieron pie a una atomización del arco parlamentario, demostrando con el tiempo que los que criticaban a la malsonante “casta”, ahora adquieren sus vicios, aliñándolo con el peligroso bálsamo del, mal llamado, populismo que supuestamente apareció a derecha e izquierda. Al fin y al cabo todos los partidos son populistas, venden y pregonan lo que el pueblo quiere oír y luego hacen lo que al gobernarte de turno le sale del “forrillo de sus caprichos”.


El proceso "democrático" es muy fácil en nuestra España:

Los partidos políticos piden a los votantes su confianza, mediantes mensajes que embaucan. Y digo “embaucan” no con ideas perniciosas, sino desde lo empírico. Si el partido es elegido, y obtiene el poder, hace y deshace a su antojo, sin que el votante tenga el derecho de tanteo o retracto. Y en la democracia actual no existe el concepto de “contractualidad”, que curiosamente sí existe para aquellas organizaciones empresariales, marcas y autónomos que publicitan u ofertan una idea engañosa. Ellos, los políticos, tienen la graciosa virtud de no ser despedidos por hacer mal su trabajo, engañar o incluso desviar dinero. Y en España es difícil encontrar un gobernante/a al que se califique con características tales como la lealtad, el honor y la eficacia.

La apreciación generalizada, a veces, es que – el político – en vez de servir, ha venido a ser servido. Y lo cierto es que el engaño de la democracia actual se diferencia poco de la edad media. Sólo nos dista la salvedad de que podemos elegir a nuestros caciques, duques, condes y marqueses, sólo les hemos cambiado los nombres. Al fin y al cabo ellos vivirán a cuerpo de rey – incluso aquellos que se proclaman republicanos – mientras que sus súbditos siguen pagando impuestos abusivos, no lo digo por la cuantía o lo costoso, sino porque son caros – pagamos demasiado para una gestión y rendimiento poco eficaz. Para más inri, si estos impuestos no fuesen satisfechos, por estrecheces económicas o el ahorcamiento fiscal, ellos – los políticos al cargo de las administraciones públicas – enviaran a sus esbirros a saquear mediante el embargo pertinente.

Mucho de estos políticos, si estuviesen en una empresa privada, a buen seguro, serían despedidos por ineficaces, inútiles para la productividad y faltos de competencias sociales. Aunque la culpa no es solo de ellos. Tenemos lo que hemos votado, por no aprender o no querer ver más allá de lo obtuso de nuestras mentes. Mientras tomamos conciencia, ellos vivirán y se perpetuarán en sus ducados, condados, marquesados y reinos de taifas que para eso son profesionales de la política, denigrando el bello arte de lo social.

De PolíticaTM

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