lunes, 27 de abril de 2020

No a los dictadores demócratas



A algunos y algunas, según la incoherencia lingüística progre de moda – que no me da la gana usar –, se les llena la boca con la palabra “democracia”, cuando no saben usarla, defenderla, exigirla o – peor aún – definirla. De nada valió aquella lucha de muchos en aras de libertades, y sangre derramada, por más que ahora proclamen su memoria histórica a boca llena. Falsedades, mentiras y borrado de conciencia como Pilato, o bien odios ya injustificados.


Con esto del COVID19 me he dado cuenta que a nivel mundial, por encima de constituciones, leyes y derechos la democracia es una mierda. Sí, esa es la expresión, una mierda. Porque la hemos prostituido, y seguimos revolcándonos en el lodo de nuestras miserias.  El pueblo – me da igual el país que sea  que tanto pregona valores como libertad, democracia(1), derechos fundamentales…, con el simple atisbo de peligro o incertidumbre cede todos sus fueros por un trozo de sensación de protección, o por una mísera limosna (reconozco que es la única opción que muchas personas ven para sobrevivir). Existen otros valores y cualidades en nosotros, aunque a veces no nos interesa ver más allá. ¿Dónde queda aquel Plus Ultra?

Pocos han sido los que han visto y alzado la voz por la vulneración de sus derechos – aleccionados de forma  subconsciente por la carente mayoría de edad  política y/o la escasa responsabilidad –. En España han vulnerado nuestros derechos constitucionales(2), nuestros derechos fundamentales (art. 19 de nuestra Constitución, entre otros) y borreguilmente hemos seguido el dictado (yo digo, tú escribes; yo mando, tú obedeces).

He visto como gobernantes democráticos nos han mentido o no nos han dicho toda la verdad que merecemos – ya que el poder que es nuestro, lo habíamos confiado en ellos –; y otros pusilánimes, por miedo, han seguido el juego "parlamentario". Toda una estafa democrática. Se comienza por las mentiras, se sigue con los excesos, las posturas autocráticas y llegamos a los gobiernos tiránicos.

De ahí a que llegue alguien que se erija como defensor de los derechos de la plebe, sólo hay un paso; y ya tenemos al salvador de la patria, al dictador que esperábamos(3).

Paradójicamente, el lema de mi país – que muchos desconocen – es Plus Ultra, y yo lo adopté como mío a los diecisiete años en un beso. Con él aprendí a romper todo Non Plus Ultra y que Hércules no era un dios. Aprendí a ser dinámico en mis ideas sin anquilosarme en los típicos o en los tópicos, en simples palabras como democracia y en los parabienes de ésta, en lo socialmente correcto o en lo que muchos esperaban de mí y yo debiera cumplir para satisfacerlos. Mas pensé que horadar las condiciones impuestas era un trabajo para mis propios fueros y libertades.

Esta noche he llorado, no de impotencia, sino de vergüenza ajena.




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